Los seres humanos nacemos muy evolucionados desde el punto de vista genético, lo cual nos da muchas oportunidades para desarrollarnos en todos los aspectos. Pero la evolución genética sólo es una posibilidad que puede quedar frustrada si las personas no son estimuladas y educadas de forma correcta y oportuna.
Los padres programan a sus hijos para el éxito o para el fracaso. Los primeros años son los más importantes de la vida, debido a que en este período se forman las estructuras mentales básicas, especialmente las afectivas, las cuales determinan la forma de ser, de percibir la vida, de sentir las cosas, de reaccionar, de pensar y de actuar.
En la infancia se ponen las bases de los hábitos. Los hábitos determinan la actitud de la persona y la dirección de las distintas conductas. Un hábito es una conducta adquirida por repetición. Con el ejercicio se integran cada vez más los movimientos que participan en cada acción. A medida que se van corrigiendo los movimientos inadecuados la acción se hace más perfecta y eficaz. Con el tiempo el hábito se convierte en conducta automática.
Una vez que el "hábito" o aprendizaje, se ha grabado de forma sólida, queda automatizado, es decir, que, al recibir un estímulo que tiene relación con el hábito o experiencia adquirida, el cerebro se activa y produce, de forma automática e instantánea la respuesta correspondiente; es decir, el aprendizaje inicial, convertido en hábito, desencadena un reflejo condicionado. Casi el 95 % de lo que hacemos todos los días responde a hábitos y a experiencias adquiridas.
Como es lógico, los hábitos correctos (lectura, conocimiento, concentración, disciplina, autoestima, honestidad, modales y valores, conducen al éxito; mientras que, los hábitos negativos (temor, ignorancia, pereza, indisciplina, irresponsabilidad, egoísmo y vicios, conducen al fracaso).
El mayor problema que tenemos las personas es que tendemos a ser mediocres. Nos hemos acostumbrado a pasar por alto muchos errores y aceptamos la mediocridad como una forma natural de ser y de actuar. De esta forma se van acumulando pequeños errores que se convierten en hábitos, los cuales generan una dinámica, que, al final, conduce a errores graves. "Pequeños golpes derriban grandes cedros" Un pequeño agujero en el casco de un barco, termina por hundirlo. Un pequeño defecto reiterado, termina por arruinar la vida de las personas.
Los errores graves no se dan del día a la noche, van precedidos de una serie de errores previos que crean las condiciones para el desenlace final.
Conscientes de que la sociedad es mediocre y de que sus conductas dejan mucho que desear, no podemos tomar su ejemplo como modelo a seguir. Necesitamos conocer desde niños los caminos que conducen al desarrollo, al éxito, a la libertad y a la felicidad verdadera, pues, hay muchos caminos que llevan a todas partes, pero sólo uno conduce al éxito y a la felicidad.
De aquí la importancia de abrir los ojos a tiempo, de tener una conciencia clara acerca del bien y del mal, de tener fortaleza moral para elegir siempre el camino correcto y de tener control sobre los aspectos importantes de la vida.
El ser humano tiende por naturaleza hacia lo fácil, hacia el libertinaje, el vicio y la mediocridad, por lo cual, es necesario estar siempre alerta, fortalecer constantemente los hábitos morales y actuar con decisión y honestidad.
Es importante revisar todos los días el mapa de ruta y ajustar ideas y comportamientos, porque el cuerpo y la mente buscan lo fácil y agradable, y, sin percatarnos, podemos estar caminando hacia el fracaso.
Muchas personas viven de forma inconsciente, sin prever ni planificar el futuro, a la espera de que las cosas cambien. Este error se paga muy caro, pues el desarrollo, el conocimiento, la libertad, el éxito y la felicidad no vienen de fuera, nacen de dentro.
La vida nos da tiempo y oportunidades para convertir nuestros sueños en realidad, pero debemos estar conscientes de que el tiempo es fugaz y de que existen oportunidades que pasan y no vuelven más.
El mayor problema de los seres humanos es que no tenemos conciencia del valor real de las cosas. Tampoco tenemos conciencia de los errores que cometemos ni del daño que nos causan, por esta razón los seguimos cometiendo y somos los causantes de nuestra propia desgracia.
Los errores se deben a ideas y criterios equivocados que tenemos sobre distintos aspectos de la vida.