No importan las críticas; ni aquellos que muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron algo podrían haberlo hecho mejor.
El reconocimiento pertenece a los hombres que se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre; aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni defecto.
Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa; quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos caerán con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso.
Theodore Roosevelt fue el vigésimo sexto Presidente de los Estados Unidos (1901-1909). Es recordado por su personalidad exuberante, su amplitud de intereses y logros, su personalidad de “cowboy”, su masculinidad y su liderazgo del Movimiento Progresista, un período de activismo social y reforma en EE.UU. entre 1890 y 1920 destinado a acabar con la corrupción. Fuente: Wikipedia: Theodore Roosevelt.
Sobre el discurso: El Hombre en la Arena es el fragmento más conocido del discurso La Ciudadanía en una República que Teddy Roosevelt pronunció en La Sorbona (Universidad de París, Francia) en 1910. Fuente: Wikipedia: Citizenship in a Republic.