“Con mi cuerpo, mi palabra y mi espíritu en perfecta unidad, mi corazón acompaña el tañido de la campana. Que quienes la oigan despierten de su olvido y trasciendan toda angustia y todo pesar.”
Thith Nhat Hanh
Thith Nhat Hanh
Los monjes budistas, en la quietud de sus templos, acostumbran a
traspasar el umbral del sueño (despertar) por el tañido de una campana.
Ese sonido conecta sus neuronas y pone en marcha todo su cuerpo y su
mente. La característica de un despertar correcto es la unidad armónica
del cuerpo (respiración) con la palabra (sentido de pertenencia a la
humanidad) y con el espíritu (la mente). Eso se llama paz mental. Lo
incorrecto y muy común es despertar con la mente trabajando en el pasado
(lo que pasó ayer en esa reunión de trabajo o en la cena familiar) y en
el futuro (lo que debemos hacer para solucionar el pasado). Lo común es
despertar con ira y con el ego alterado (¡Cómo me pueden hacer eso a
mí!). El que despierta debe hacerlo dejando atrás el sueño (¡Como
quisiera seguir durmiendo!) y proyectándose más allá de sus angustias.
El que despierta debe hacerlo con la mente del principiante: nueva,
vacía, curiosa e interesada.
Si los monjes pueden ¿por qué tu no?
“No creas en algo simplemente
porque ha sido transmitido por muchas generaciones. No creas en nada
simplemente porque ha sido dicho y rumoreado por muchos. No creas en
nada simplemente porque esta escrito en las Sagradas Escrituras. No
creas en nada meramente por la autoridad de maestros, mayores u hombres
sabios. Cree solamente después de cuidadosa observación y análisis,
cuando encuentres que concuerda con la razón y que conduce a lo bueno y
al beneficio de uno y todos. Entonces acéptalo y vive según ello”.
Budha
Recuerdo una enseñanza de un maestro zen, transmitida en un retiro
en centroamérica: un buen budista no cree ni en Budha siquiera. Si el
señor Budha quiere que yo crea lo que dice, primero mi mente debe
analizarlo y aceptarlo. Esa es la base del budismo en general, y del zen
en particular: no creer en nada que la mente no haya tamizado
primero.El sistema budista de filosofía y práctica meditativa no fue una
revelación divina; fue el entendimiento de la verdadera naturaleza de
la mente y tal entendimiento puede ser descubierto por cualquiera. Está
al alcance de todos. Su método no es el poner cara de
no-quiebro-un-huevo y juntar las manos en oración; su método es
científico, riguroso. El zen es el estudio de la mente. El producto es
adquirir la capacidad de adentrarse en la realidad y comprenderla tal
cual es, de manera intuitiva; por eso gana espacios en los ambientes de
negocios.
Pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla;
la mayor parte corren de arriba abajo en estas playas.
Buda
la mayor parte corren de arriba abajo en estas playas.
Buda
Cuesta echarse a nadar para cruzar el río de la conformidad. ¡Nos
sentimos tan cómodos en nuestro círculo de confort! ¡Si hasta lo
santificamos y le damos atributos de permanencia y eternidad! Como si lo
que vivimos en el presente nunca fuera a cambiar. Pero cambiará, no te
quepa duda. Trata, por lo tanto, de dejar de correr por la orilla y
nada, cruza ese río, conquista tu inseguridad y con ello conquistarás tu
libertad.
“En verdad que vivimos felices
si no odiamos a aquellos que nos odian, si entre hombres que nos odian
habitamos libres de rencor”. Buda. Dhammapada.
Toda una lección de zen: si aprendemos a vivir sin juzgar, ni el odio
ni el rencor ni la envidia formarán parte de nuestros pensamientos. No
es un mandato de amor hacia los que odiamos o envidiamos, porque eso es
una ingenuidad. Es un acto de autodefensa en pro de nuestra propia
integridad mental y física. En la medida que no formamos opinión
respecto a los demás, ganaremos serenidad y quietud y las causas de la
infelicidad se diluirán como azúcar en el agua. No pienses en amar a tu
enemigo; sólo piensa en amarte a ti mismo. Acéptalo con consciencia y no
bajes la guardia, pero tu mente debe estar siempre quieta, serena,
reactiva si es necesario. La paz nace de no juzgar y se hace entre
enemigos.
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“Como una bella flor, llena de
colorido pero sin perfume, así es estéril la palabra hermosa del que no
actúa conforme a ello. Como una bella flor, llena de colorido y con
perfume, así es fecunda la palabra hermosa del que actúa conforme a
ella”. Dhammapada
La diferencia está en la consecuencia. La palabra sin la acción
consecuente es estéril y vana. El mundo está lleno de flores sin
perfumes; lo triste es que esa palabra bella tomó carta de ciudadanía y
ya los pueblos ciegos la prefieren a la perfumada.
“Sabios son aquellos que dominan el cuerpo, la palabra y la mente. Ellos son los verdaderos Maestros.” Dhammapada 17:14
Una persona sabia es aquella que trasciende para sí, no para los
demás. Su sabiduría no la usa para impresionar sino para cultivarse; el
resto de la gente es solamente su complemento. Él mismo es su propio
jardín.
El sabio cuida de su cuerpo, no lo envenena, lo limpia y lo mima,
porque sabe que es la plataforma de toda su existencia. El que sacrifica
su cuerpo buscando mejorar su alma es un necio. ¿Cómo va a avanzar un
carro si no cuidas sus ruedas ni su armazón? El sabio cuida su cuerpo
practicando la respiración adecuada y alimentándose con lo que le trae
beneficios.
El sabio cuida la palabra, en forma y contenido, porque sabe que es
el puente que lo une al resto de su realidad. Sabe que si no cuida el
puente no podrá cruzar hacia otros destinos y avanzar. El sabio cuida su
palabra pensando antes de hablar. El sabio cuida su mente porque sabe
que es a través de ella que crea su realidad. Una mente cuidada crea
realidades positivas, funcionales; una descuidada sólo crea el caos. El
sabio cuida su mente meditando, practicando la concentración.
“El hombre que tiene miedo,
busca refugio en los montes, en los bosques sagrados o en los templos.
Sin embargo tales refugios no sirven, pues allí donde vaya, sus pasiones
y sus sufrimientos lo acompañarán.” Dhammapada 14:10-11.
Es muy común hoy en día el esconder el miedo, la incertidumbre, el
deseo de cambiar, de mejorar, tras las rejas del escapismo. Lo vemos
desde las actitudes fanáticas hasta las irrelevantes como los viajes a
tierras lejanas en la búsqueda de la paz espiritual, o a tierras
cercanas en retiros que ofrecen transformaciones espectaculares. Eso no
es negativo ni está mal en la medida de que se esté consciente del por
qué se busca tal refugio. Lo mejor es hacer lo que uno desee con su
tiempo y su dinero en la plena consciencia de su propio acto y
responsabilidad.
“El pasado ya ha pasado y el
futuro aún no ha llegado. Sólo en el momento presente podemos disponer
de nuestra vida. Dejemos atrás nuestros lamentos por el ayer;
despojémonos de nuestra preocupación por el futuro y regresemos a
nosotros mismos para acariciar el momento presente”. Thich Nhat Hanh.
No existe nada más que el presente. ¿Para qué insistes en traer de
vuelta un pasado que ya pasó? Aunque creas que lo replicas, ahora es
otro presente, no un pasado. Las personas se llaman igual pero son otras
personas; nada es recuperable. También insistes en contaminar tu
presente con un futuro que tampoco existe más que en tu imaginación. Tus
planes son sólo eso, planes.
¿Por qué no te dejas de perder el tiempo y revolotear por las nubes y vuelves a tu hogar, que eres tu mismo siempre?